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El concepto de «peeling» o exfoliación para mejorar la textura y embellecer la piel se remonta a tiempos antiguos, siendo practicado en culturas como la egipcia, mesopotámica y africana. Cleopatra, considerada la «madre del peeling químico», utilizaba leche amarga (conteniendo ácido láctico) para suavizar la piel. A lo largo de los siglos, diversas sustancias como alabastro, sal y vino viejo (con ácido tartárico) se aplicaron con fines rejuvenecedores. En la década de 1960, Brown popularizó las técnicas modernas de peeling químico facial.
El peeling actual es un procedimiento de rejuvenecimiento de la piel mediante la aplicación controlada de agentes químicos, que destruyen parte o toda la epidermis y, en algunos casos, llegan a la dermis. Esto elimina lesiones superficiales y promueve la regeneración de nuevo tejido epidérmico y dérmico. Tras varias sesiones, el peeling químico mejora significativamente los cambios asociados con el fotoenvejecimiento, mientras que en tipos de piel III-VI, se obtienen mejores resultados en alteraciones relacionadas con la pigmentación o discromías, como el tratamiento de manchas.